PRODUCCIÓN Y SOSTENIBILIDAD EN PARAGUAY: EL EQUILIBRIO POSIBLE
El Ing. Agr. Alfredo Molinas, exministro del MAG y del Ambiente, analiza los desafíos clave del desarrollo agroambiental en un país que busca crecer sin destruir sus recursos.
En un país en vías de desarrollo como Paraguay, el desafío de producir alimentos sin comprometer los recursos naturales es cada vez más urgente. Con una mirada estratégica y una trayectoria sólida en la gestión pública y gremial, el Ing. Agr. Alfredo Molinas analiza los dilemas de la producción sustentable, el papel del Estado, el compromiso de los productores y la urgencia de una asistencia técnica real para el sector más vulnerable. Desde su rol como asesor agroambiental de la Unión de Gremios de la Producción (UGP), exponen las claves para avanzar hacia una agricultura responsable y una ganadería con visión de futuro.
El mayor desafío sigue siendo lograr una integración efectiva entre la productividad y la conservación. Necesitamos superar la falsa dicotomía entre producir y conservar que algunos promueven como si se tuviera que optar por uno o por lo otro. Paraguay tiene un gran potencial para seguir creciendo en producción agrícola y ganadera, y ese depende siempre de la gestión eficiente de los recursos naturales. En la práctica, hoy en Paraguay, los que más conservan son justamente los productores, que entienden que cuidar el entorno es una condición para seguir produciendo en el tiempo. La sostenibilidad no debe ser vista como una limitación al desarrollo, sino como una de las patas que sostiene y promueve el crecimiento del país.
Se han dado pasos importantes, sobre todo en materia normativa y en el discurso político-institucional, pero la brecha con la práctica sigue siendo significativa, especialmente respecto a las necesidades reales del productor rural. Hoy, el productor debe cumplir con exigencias de conservación que pueden representar hasta el 40% de su propiedad, al mismo tiempo que se le exige producir más y mejor. Mientras en los espacios urbanos se habla de ambientalismo en términos abstractos y cada día con mayores niveles de contaminación, en el campo el mayor promotor agroambiental es el propio productor, que convive con el bosque, gestiona el uso del suelo y es quien más ha invertido en preservar el entorno dentro de su actividad.
El Reglamento representa un gran desafío, especialmente porque impone condiciones sin diferenciar las realidades productivas de cada país. Paraguay tiene avances en monitoreo forestal, pero aún no contamos con un sistema de trazabilidad nacional robusto que integra toda la cadena. Los gremios están trabajando para cerrar esa brecha, pero el cumplimiento requiere apoyo estatal, inversiones en tecnología y claridad regulatoria. No se trata solo de cumplir condiciones externas, sino de defender nuestra producción legítima y legalmente instalada.
El sector privado ha venido impulsando mecanismos voluntarios de trazabilidad, especialmente en cadenas como la soja y la carne. Varios frigoríficos y acopiadores están implementando filtros de origen, monitoreo satelital y verificación de cumplimiento legal. Sin embargo, estos esfuerzos necesitan ser articulados a nivel nacional y reconocidos por los mercados, porque de lo contrario se genera un sobrecosto injusto para el productor.
Lamentablemente, no. La cobertura de asistencia técnica rural es todavía muy baja, y eso afecta especialmente a los pequeños productores, quienes muchas veces carecen de acceso a información actualizada, tecnologías adaptadas y asesoramiento continuo. Hay que reforzar la extensión rural con un enfoque agroambiental, con presencia territorial permanente y no solo por proyectos de corto plazo.
Existe financiación, pero no siempre es accesible ni adaptado a la realidad del pequeño productor. Muchos fondos verdes o líneas de crédito sostenibles requieren garantías o niveles de formalidad que excluyen a quienes más lo necesitan. Hace falta diseñar y rediseñar los instrumentos financieros más inclusivos y acompañados de asistencia técnica para que realmente sean útiles.
Hoy día la asistencia técnica proviene principalmente de proyectos específicos, algunas cooperativas y esfuerzos puntuales de empresas privadas. Sin embargo, eso no es suficiente ni garantiza cobertura ni continuidad. El Estado debe recuperar su rol articulador de capacidades locales, con técnicos de campo bien formados, presentes en el territorio y con recursos operativos.
La clave está en la planificación territorial, en el manejo adecuado del suelo y en aplicar prácticas productivas que aumentan la eficiencia sin expandir innecesariamente la frontera agrícola. En ganadería, por ejemplo, hay un enorme potencial en mejorar la carga animal por hectárea. También debemos reconocer el valor del bosque en pie con incentivos claros y con seguridad jurídica para quienes conservan legalmente.
Vemos avances, pero aún falta confianza mutua y una visión común de largo plazo. La sostenibilidad no se logra desde un escritorio ni desde una trinchera ideológica. Necesitamos reglas claras, cumplimiento equitativo y espacios reales de colaboración. La UGP desde que se creó se caracterizó por estar abierta a construir con el Estado en objetivos claros que promuevan agendas de desarrollo sostenible basadas en los tres pilares: social, ambiental y económico.
Primero, definir metas nacionales realistas y alineadas con nuestra capacidad técnica y productiva. Segundo, fortalecer sistemas de monitoreo y trazabilidad públicos, interoperables y reconocidos por los mercados. Tercero, invertir en asistencia técnica, extensión rural y educación ambiental desde las escuelas hasta el productor. Y por último, fomentar alianzas entre el Estado, el sector privado y la academia para innovar en soluciones sostenibles, pero teniendo en cuenta al campo y sus circunstancias rurales.
El productor paraguayo ya es sostenible en su accionar cotidiano, convive con el bosque, respeta los marcos legales y aplica prácticas productivas en equilibrio con el ambiente. Sin embargo, muchas veces se lo juzga desde otras regiones del mundo con indicadores externos que no reconocen esa realidad ni las condiciones del territorio.
Definitivamente, Paraguay puede producir más y mejor, y para lograrlo hay que mirar las políticas públicas con una visión estratégica, de largo plazo y centrada en el territorio. Si se construyen alianzas y se reconoce el rol que ya cumple el productor en la conservación, el país puede posicionarse como un referente en producción responsable.
Paraguay tiene una oportunidad única para demostrar que el crecimiento productivo no está reñido con la sostenibilidad. Como lo plantea el Ing. Agr. Alfredo Molinas, el camino hacia una agricultura y ganadería responsables pasa por reconocer el valor del productor, cerrar las brechas técnicas y normativas, y fortalecer la articulación entre los actores públicos y privados. No se trata de elegir entre conservar o producir, sino de avanzar con inteligencia, compromiso y planificación hacia un modelo de desarrollo que sea competitivo, equitativo y ambientalmente sólido. El reto es grande, pero el potencial del país también lo es.